Nuestro deporte
nacional es LA FALACIA, practicada cada vez más por un mayor número de personas,
especialmente en el ámbito público.
Dirigentes políticos,
directivos empresariales, dirigentes sindicales, jerarcas religiosos
entrenadores deportivos y así “ad infinitum” son usuarios habituales:
Vayamos por
partes. ¿Que es una falacia?. Según la
define el diccionario (y Wikipedia) es un razonamiento incorrecto que aparenta
ser correcto.
No es exactamente una mentira sino un argumento que
suele llevarnos a conclusiones ajenas a la cuestión pero aparentemente de una lógica
indiscutible y ahí cae el oyente de buena fe si no analiza el fondo de la
cuestión.
Veamos algunos
ejemplos.
“No hay que buscar a los terroristas en lejanos
desiertos y montañas” ( J.M.Aznar)
“Apoyaré el
estatuto que decida el Parlamento de Cataluña” (J.L.Rodriguez Zapatero)
“La verdad es válida para todos y el cristianismo
es válido para todos porque es verdadero” (Joseph Ratzinger, actual Benedicto XVI)
“Comprendo la angustia y el sufrimiento de los franceses que quieren un control de la
inmigración en defensa del valor del trabajo y la seguridad. (Nicolás
Sarkozy)
“La caza del elefante permite la regulación y la
preservación de la especie” (oído en la sexta TV durante una tertulia).
“Srta. Laura Ud. necesita este trabajo y yo cariño
y comprensión. Seguro que nos entenderemos.” ( En una entrevista de trabajo).
Estas perlas son una
muestra de la asiduidad con la que escuchamos afirmaciones y argumentos que
luego distan una eternidad de la
realidad subyacente a tales afirmaciones.
Practicamos el uso de la falacia con más asiduidad que el
mejor de los deportes y, por supuesto, con resultados devastadores para la
confianza y el crédito de quienes las utilizan.
Un mínimo sentido
de la responsabilidad debería permitir erradicar del hábito esta práctica y
relegarla a la excepcionalidad. No quiero extenderme hoy en las distintas clases
de falacias y hablare de ellas, si
alguien lo desea, en otro artículo.
Pero si acabo
afirmando que debemos estar alerta y valorar cuidadosamente lo que oímos,
porque muchos que aseguran razonar sus opiniones “nos la
están dando con queso”.
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