miércoles, 25 de abril de 2012

El deporte nacional

Al  ver este título muchos lectores pensaran ¿y porque nos va a hablar hoy de fútbol?  Pues no es el fútbol, con toda su importancia, el deporte nacional aunque en ocasiones (muchas) sirva para elevar la moral.

Nuestro deporte nacional es LA FALACIA, practicada cada vez más por un mayor número de personas, especialmente en el ámbito público.

Dirigentes políticos, directivos empresariales, dirigentes sindicales, jerarcas religiosos entrenadores deportivos y así “ad infinitum” son usuarios habituales:

Vayamos por partes. ¿Que es una falacia?.  Según la define el diccionario (y Wikipedia) es un razonamiento incorrecto que aparenta ser correcto.

No es  exactamente una mentira sino un argumento que suele llevarnos a conclusiones ajenas a la cuestión pero aparentemente de una lógica indiscutible y ahí cae el oyente de buena fe si no analiza el fondo de la cuestión.

Veamos algunos ejemplos.

“No hay que buscar a los terroristas en lejanos desiertos y montañas”  ( J.M.Aznar)

“Apoyaré  el estatuto que decida el Parlamento de Cataluña” (J.L.Rodriguez Zapatero)

“La verdad es válida para todos y el cristianismo es válido para todos porque es verdadero” (Joseph Ratzinger, actual Benedicto XVI)

Comprendo la angustia y el sufrimiento  de los franceses que quieren un control de la inmigración en defensa del valor del trabajo y la seguridad. (Nicolás Sarkozy)

“La caza del elefante permite la regulación y la preservación de la especie” (oído en la sexta TV durante una tertulia).

“Srta. Laura Ud. necesita este trabajo y yo cariño y comprensión. Seguro que nos entenderemos.” ( En una entrevista de trabajo).

Estas perlas son una muestra de la asiduidad con la que escuchamos afirmaciones y argumentos que luego distan  una eternidad de la realidad subyacente a tales afirmaciones.

Practicamos  el uso de la falacia con más asiduidad que el mejor de los deportes y, por supuesto, con resultados devastadores para la confianza y el crédito de quienes las utilizan.

Un mínimo sentido de la responsabilidad debería permitir erradicar del hábito esta práctica y relegarla a la excepcionalidad. No quiero extenderme hoy en las distintas clases de falacias y hablare  de ellas, si alguien lo desea, en otro artículo.

Pero si acabo afirmando que debemos estar alerta y valorar cuidadosamente lo que oímos, porque muchos que aseguran razonar sus opiniones  “nos la están dando con queso”.

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